Por Gallo Molina (joseantoniomolinavega@gmail.com)
¿Soy yo o las casas de nuestros abuelos siempre huelen a humedad y algo más? Por ejemplo, la casa de mis abuelos olía a humedad y galletas María, pero también a jardín recién cortado y detergente.
Mi abuelo olía a loción y mi abuela a Nescafé. Su casa me trae recuerdos buenos y malos.
Mal recuerdo: cuando era niño en los noventa tuve una colección impresionante de figuras de acción de Batman. Un fin de semana me quedé con mis abuelos y, por supuesto, llevé mi arsenal de juguetes en una bolsa de playa que me dio mi mamá… pero la olvidé en la banca de una iglesia después de acompañar a mi abuela a misa. Regresamos y ya no estaba. Se esfumó. Bay Batman… y avión de Batman… y batimovil (perdón, denme un momento).
Buen recuerdo: mi abuela me llevaba con la costurera de la colonia para que me tomara las medidas… y luego me recibía en su casa con ¡un traje de Batman! Ese es el recuerdo más lúcido que tengo de la casa de mis abuelos, correr por el pasillo principal con capa y antifaz (¿quién necesita las figuras de acción cuando tú puedes ser Batman?)
Mal recuerdo: cuenta la leyenda (o sea, los chismes familiares) que una vez un ladrón escapó saltando la barda del jardín y trepando al techo. Según mi abuela, escuchó las pisadas y, desde eso, la casa comenzó a provocarme pesadillas en las que aparecía mi abuela con ojos brillantes, igual que en las fotos viejas cuando las mandabas a revelar. Era una casa incómoda por las noches.
Buen recuerdo: dormir en un sofá al lado de la cama de mi abuelo y que me despertara al día siguiente con música clásica (no sé si pensaba que eso me haría un niño prodigio o algo así pero pues creo que no funcionó porque escribo en un blog).
Mal recuerdo: la ensalada de papa de mi abuela. Nunca me gustó, incluso aunque le quitó el apio por mis quejas.
Buen recuerdo: los sándwiches de pan integral con pollo. La Coca-Cola infinita. El olor a refri. El agua sabor a refri. La alacena impregnada por el olor de las galletas María en donde a veces uno encontraba tesoros (palomitas para hacer en el microondas). Las galletas Emperador después de almorzar que mi abuelo remojaba en agua (nunca entendí por qué).
Mal recuerdo: lamentar que los columpios del patio trasero hubieran sido presas del óxido
Buen recuerdo: el clóset al final del pasillo en donde se guardaban los abrigos y los juguetes… El comedor y sus vajillas apoltronadas en la pared. La cómoda en donde se guardaban los cubiertos y manteles. El olor a plástico de esos manteles. El patio interior. La luz del sol a través de las cortinas. El eco. Los almuerzos de domingo. La lasaña de mi abuela.
Mal recuerdo: un cuadro de la virgen atravesada en el corazón por una daga porque, según mi abuela, eso sintió al ver a Jesús crucificado.
Buen recuerdo: dormir una siesta viendo caricaturas… y aprender a prepararle cubas a mi abuelo… y usar un teléfono de disco… y colorear sin salirme de la raya.
La casa de mis abuelos no tenía escaleras. La casa de mis abuelos fue lo que toda casa de los abuelos debe ser: la cuna de los mejores recuerdos, el aroma de todas las navidades, las fotos que nos dicen lo que nosotros no recordamos.
Portada: Micaela Maccagno