La empalagosa, y a veces absurda, búsqueda del propósito

¿Y si mi propósito es vivir sin uno?

Por Gallo Molina

Tal vez fue porque la escuché demasiadas veces, en contextos relacionados con la superación, la autoayuda y esas cosas muy New Age, pero la palabra propósito me empalaga. Se me hace una cursilería inventada por los primeros coaches motivacionales de la historia y luego popularizada por gente como Martha De Bayle para hacernos sentir que el haber nacido tiene un porqué. 

Y bueno, en eso se basa toda la espiritualidad humana, ¿no? En que nuestra existencia tiene sentido y no somos producto del azar pero, ¿qué tal si sí? ¿Qué pasaría si al morir… no pasa nada? ¿No sería mejor comenzar de una vez a desechar esa palabra que tanto peso pone en nuestros hombros?

Hace unas semanas mi jefe llevó a un coach/guía espiritual a una sesión presencial de trabajo. Durante la primera actividad, el guía nos hizo la pregunta del millón:  “¿Cuál es tu propósito en la vida?”. No recuerdo exactamente las respuestas de mis compañeros, pero eran cuestiones trascendentales, objetivos impresionantes, aspiraciones dignas de pertenecer al 5 am club. En mi turno contesté: “Creo que no tengo. Ahora estoy más enfocado en disfrutar la vida… y ya”. Bien hedonista yo. Al principio me sentí cómodo y orgulloso con mi respuesta, “vencí al sistema”, pensé, “ningún coach se espera una respuesta como esa”. Pero después vino la culpa, “¿cómo que no tengo un propósito? ¿Entonces mi existencia no tiene sentido? ¿Soy un egoísta por pensar así? Mi única motivación al levantarme todas las mañanas es el sabor de la primera taza de café, ¿está mal?”

Y la cuestión es que últimamente tiendo a pensar que, en efecto, la vida no tiene mucho sentido. Siempre que quiero darme importancia pienso que mañana podría morir atropellado por el metrobús (una de las muertes menos solemnes que hay) y que eso sería mi fin, sin importar qué tan profunda fuera mi filosofía de vida o mis ideales o mis convicciones, al final todos terminamos igual, siendo un montón de tripa y fluidos que se descomponen. 

Pero también es cierto que hay otro lado, uno que me dice que estoy destinado a grandes cosas, ese lado sentimentalón de los sueños y cómo visualiza uno su futuro, y es bonito porque es cierto. El problema es cuando pensamos que tener un propósito significa unirnos a los Avengers, que tenemos que inspirar a las personas y cambiar al mundo compartiendo en Instagram un post sobre lo terrible que resulta la situación de las mujeres afganas con la invasión talibán. Y la verdad es que no, “salvar al mundo” no es para todos, porque todos tenemos una vocación distinta. Escribir chistes podría sonar al trabajo más superficial e irrelevante que hay, pero demasiada gente agradece que alguien la haga reír porque el mundo deja de ser un poco menos mierda durante ese rato. 

En realidad (punto para el coach motivacional) los propósitos son pasos para lograr otras cosas y no metas u objetivos en sí. “Mi propósito es correr 10 kilómetros diarios… para lograr mi meta que es ganar un maratón”; “mi propósito es leer una hora diaria… para alcanzar mi objetivo que es tener el hábito de leer”. Para mí resulta súper problemático relacionar al propósito de vida con un significado casi místico y trascendental porque le agrega un peso al vivir. “Perfecto, otra razón para estar ansioso, no sé para qué me trajeron al mundo”. 

Nadie lo sabe. Ni siquiera lo decidimos. Nomás nacimos y nos tocó un juego de cartas, a veces más privilegiado, a veces más culero. ¿Creen de verdad que una persona en situación de extrema pobreza tiene el tiempo de sentarse a pensar en su propósito de vida? ¡Claro que no! Pensar en el propósito de la vida es cosa de ricos. 

Pero, como seguía con demasiadas dudas le pregunté a mi psicóloga al respecto: 

-¿Una persona puede vivir sin propósito? 

-Por supuesto que no. 

-Pero, y si mi motivación al levantarme todas las mañanas es… tomarme una taza de café, ¿eso es un propósito? 

-¿Y para que te tomas esa taza de café? ¿Qué significado tiene?

-Para disfrutar de un momento para mí, me reconforta, es padre saber que tengo ese ratito en la mañana. 

-¿Y eso qué significa a un nivel superior?

-Pues, que quiero disfrutar la vida, ese momento me pone contento. 

-Ajá… 

-Y estar contento, y disfrutar la vida, me permite buscar eso para la gente que me rodea… 

-Exacto. 

Después de esa charla ya no me pareció tan empalagosa la palabra propósito. Ni tan absurda. El significado fue el que cambió. Todos y todas nos levantamos por algo en la mañana, y no juzgarlo es el primer paso para descubrir que estar vivo puede tener algún sentido. 

Nos vemos en Twitter: @gallo_molina

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